Escapada a Manly

Nos despertamos temprano por el jet lag y vimos que había un sol radiante. Decidimos que hoy es el día para conocer Manly, una playa que está cerca de Sydney pero que para llegar hay que tomarse un ferry. Llegamos a Circular Quay y nos acercamos al muelle 4 a esperarlo. El ferry, así como todos los transportes públicos de Sydney, sale puntual y a medida que nos alejamos del muelle, bordeamos la Opera House, dejando el Darling Harbour detrás y aprovechamos a sacar fotos. El viaje dura 30 minutos y cuando bajamos, vemos un pueblo con aire veraniego y decorado con detalles surfistas.

La peatonal principal está cargada de locales de souvenirs y ropa de playa. Hay muchos restaurantes de Fish & Chips que funcionan como take away para comer en la playa y obvio muchos cafés, como en todo Australia.

Caminamos por el pueblito y encontramos una plaza chiquita. De la mano de enfrente hay casas con estilo Victoriano que me hacen acordar a las Painted Ladies de San Francisco y por un segundo pienso que estoy ahí. La tranquilidad de la mañana y los pájaros son nuestra única compañía y lo disfrutamos enormemente.

Llegamos a la playa y lo primero que veo son gaviotas, pero hoy no les voy a tener miedo. Les saco fotos y buscamos un lugar para sentarnos tranquilas, de a poco la playa se va llenando de vida.

Un grupo de chicos están con sus trajes en una clase de surf y me da frío de verlos. Es primavera pero el agua no está a temperatura para nadar. Noto que son compañeros del colegio y me imagino cómo estaría sufriendo el frío si en mi colegio en vez de gimnasia hubiésemos tenido clases de surf.

Caminamos por un paseo que se llama Cabbage Tree Bay Coastal Walk que va desde Manly Beach hasta Shelly Beach. Es de menos de 1 kilómetro y en cada espacio posible hay bancos de madera y cada uno tiene una placa con las personas que donaron plata para instalarlo. Las olas chocan contra el borde del camino y salpican en cámara lenta.

Shelly Beach es mucho más angosta que Manly Beach. Acá no hay gaviotas pero hay gallos y pájaros extraños. En esta zona hay solo un restaurante fancy, The Boathouse, y en en la terraza hay una fiesta privada y muchas personas vestidas de gala.

Pasamos la tarde leyendo, tomando café y disfrutando de la sombra de los pinos. En la peatonal hay un chico de 12 años tocando la guitarra y cantando, y nos quedamos junto con las demás personas escuchando. Todavía no atardece pero tenemos frío y decidimos que es hora de volver. Atravesamos la peatonal y vamos al puerto a esperar nuestro ferry de vuelta a la ciudad.